La bicicleta blanca
Astor Piazzolla y Horacio Ferrer
Canta: Raúl Lavié
Lo viste. Seguro que vos también, alguna vez, lo viste: te hablo de ese eterno ciclista solo, tan solo, que repecha las calles por la noche.
Usa las botamangas del pantalón bien metidas en las medias y una boina calzada hasta las orejas, ¿te fijaste? Nadie sabe, no, de dónde cuernos viene, jamás se le conoce a dónde diablos va.
De todos modos, si lo vieras pasar, miralo con mucho Amor: puede que sea, otra vez...
El flaco que tenía la bicicleta blanca;
silbando una polkita cruzaba la ciudad.
Sus ruedas, daban pena: tan chicas y cuadradas
¡que el pobre se enredaba la barba en el pedal!
Llevaba, de manubrio, los cuernos de una cabra.
Atrás, en un carrito, cargaba un pez y un pan.
Jadeando a lo pichicho, trepaba las barrancas,
y él mismo se animaba, gritando al pedalear.
"¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!...
¡Meté, flaquito corazón!
Vos sabés que ganar
no está en llegar sino en seguir..."
Todos, mientras tanto, en las veredas,
revolcándonos de risa
¡lo aplaudimos a morir!
y él, con unos ojos de novela,
saludaba, agradecía,
y sabía repetir:
"¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!...
¡Dale con todo, Dale, Dios!..."
Pero cierta noche, su horrible bicicleta con acoplado entró a sembrar una enorme cola fosforescente. ¡Increíble!: los pungas devolvían las billeteras en los colectivos; los poderosos terminaban con el hambre; los ovnis nos revelaban el misterio de la Paz; el Intendente, en persona, rellenaba los pozos de la calle, y hasta yo, pibe, yo que soy las penas, lloré de alegría bailando bajo esa luz la polka del ciclista.
Después, no sé, ¡te juro!, por qué siniestra rabia,
no sé por qué lo hicimos ¡lo hicimos sin querer!,
al flaco, ¡pobre flaco!, de asalto y por la espalda,
su bicicleta blanca le entramos a romper.
Le dimos como en bolsa, si asco, duro, en grande:
la hicimos mil pedazos... Y, al fin, yo vi que él,
mordiéndose la barba, gritó: "¡Que yo los salve!..."
Miró su bicicleta, sonrió, se fue de a pie.
(Mi viejo Flaco Nuestro que andabas en la Tierra: ¿Cómo te olvidaste que no somos ángeles sino hombres y mujeres?)
Flaco,
no te quedes triste,
Convencernos
Eladia Blazquez y Chico Novarro
Convencernos que somos capaces,
que tenemos pasta y nos sobra la clase.
Decidirnos en nuestro terreno
y tirarnos a más, nunca a menos.
Convencernos, no ser descreídos
que vence y convence el que esta convencido.
No sentir por lo propio un falso pudor,
aprender de lo nuestro el sabor.
Y ser, al menos una vez, nosotros,
sin ese tinte de un color de otros.
Recuperar la identidad,
plantarnos en los pies
crecer hasta lograr la madurez.
Y ser, al menos una vez, nosotros,
tan nosotros, bien nosotros, como debe ser...
Convencernos un día de veras,
que todo lo bueno no viene de afuera.
Que tenemos estilo y un modo,
que hace falta jugarlo con todo.
Convencernos, con fuerza y coraje
que es tiempo y es hora de usar nuestro traje.
Ser nosotros por siempre, y a fuerza de ser
convencernos y así convencer.
Y ser, al menos una vez, nosotros,
sin ese tinte de un color de otros.
Recuperar la identidad,
plantarnos en los pies
crecer hasta lograr la madurez.
Y ser, al menos una vez, nosotros,
tan nosotros, bien nosotros, como debe ser...
Queremos ser, alguna vez,
en el después nosotros.
Y vos también, y vos también,
y vos también venite con nosotros.
La realidad es, en verdad,
tratar de ser nosotros.
Y vos también, y vos también,
y vos también quedate con nosotros.
¡No con otros, con nosotros, como debe ser!
Tinta Roja
Cátulo Castillo / Sebastian Piana
Paredón,
tinta roja en el gris del ayer;
tu emoción de ladrillo, feliz
sobre mi callejón,
con un borrón
pintó la esquina
y al botón
que en el ancho de la noche
puso al filo de la ronda
como un broche...
Y aquel buzón carmín
y aquel fondín,
donde lloraba el tano
su rubio amor lejano
que mojaba con bon vin...
¿Dónde estará mi arrabal?
¿Quién se robó mi niñez?
¿En qué rincón, luna mía,
volcás, como entonces,
tu clara alegría?
Veredas que yo pisé...
Malevos que ya no son..
Bajo tu cielo de raso
trasnocha un pedazo
de mi corazón.
Paredón,
tinta roja en el gris ayer;
borbotón de mi sangre infeliz,
que vertí en el malvón
de aquel balcón
que la escondía.
Yo no sé
si fue el negro de mis penas
o fue el rojo de tus venas
mi sangría...
¿Por qué llegó y se fue
tras del carmín
y el gris fondín lejano,
donde lloraba el tano
sus nostalgias de bon vin?
Desencuentro
Cátulo Castillo / Troilo Aníbal
Estas desorientado y no sabes
que trole hay que tomar para seguir.
Y en ese desencuentro con la fe
querés cruzar el mar y no podes.
La araña que salvaste te pico
Que vas a hacer?
y el hombre que ayudaste
te hizo mal
dale nomás!
Y todo el carnaval
gritando pisoteo
la mano fraternal
que Dios te dio.
Que desencuentro!
Si hasta Dios esta lejano!
Lloras por dentro.
Todo es cuento, todo es vil.
En el corso a contramano
un grupi trampeo a Jesús...
No te fíes ni de tu hermano,
se te cuelgan de la cruz...
Quisiste con ternura, y el amor
te devoro de atrás hasta el riñón.
Se rieron de tu abrazo y ahí nomás
te hundieron con rencor todo el arpón.
Amargo desencuentro, porque ves
que es al revés...
Creíste en la honradez y en la Moral...
que estupidez!
Por eso en tu total
fracaso de vivir,
ni el tiro del final
te va ha salir.
La última curda
Anibal Troilo y Cátulo Castillo
Lastima, bandoneón,
mi corazon
tu ronca maldición maleva...
Tu lágrima de ron
me lleva
hasta el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
¡Ya sé, no me digás! ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda,
y es todo tan fugaz
que es una curda, ¡nada más!
mi confesión.
Contame tu condena,
decime tu fracaso,
¿no ves la pena
que me ha herido?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.
¡Ya sé que te lastimo!
¡Ya se que te hago daño
llorando mi sermón de vino!
Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en el licor que aturde,
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón al corazón.
Un poco de recuerdo y sinsabor
gotea tu rezongo lerdo.
Marea tu licor y arrea
la tropilla de la zurda
al volcar la última curda.
Cerrame el ventanal
que quema el sol
su lento caracol de sueño,
¿no ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris,
tras el alcohol?...
El Corazón al Sur
Eladia Blazquez
Nací en un barrio donde el lujo fue un albur,
por eso tengo el corazón mirando al sur.
Mi viejo fue una abeja en la colmena,
las manos limpias, el alma buena...
Y en esa infancia, la templanza me forjó,
después la vida mil caminos me tendió,
y supe del magnate y del tahúr,
por eso tengo el corazón mirando al sur.
Mi barrio fue una planta de jazmín,
la sombra de mi vieja en el jardín,
la dulce fiesta de las cosas más sencillas
y la paz en la gramilla de cara al sol.
Mi barrio fue mi gente que no está,
las cosas que ya nunca volverán,
si desde el día en que me fui
con la emoción y con la cruz,
¡yo sé que tengo el corazón mirando al sur!
La geografía de mi barrio llevo en mí,
será por eso que del todo no me fui:
la esquina, el almacén, el piberío...
lo reconozco... son algo mío...
Ahora sé que la distancia no es real
y me descubro en ese punto cardinal,
volviendo a la niñez desde la luz
teniendo siempre el corazón mirando al sur.
Por Una Cabeza
Carlos Gardel y Alfredo Le Pera
Por una cabeza
de un noble potrillo
que justo en la raya
afloja al llegar,
y que al regresar
parece decir:
No olvidéis, hermano,
vos sabés, no hay que jugar.
Por una cabeza,
metejón de un día
de aquella coqueta
y risueña mujer,
que al jurar sonriendo
el amor que está mintiendo,
quema en una hoguera
todo mi querer.
Por una cabeza,
todas las locuras.
Su boca que besa,
borra la tristeza,
calma la amargura.
Por una cabeza,
si ella me olvida
qué importa perderme
mil veces la vida,
para qué vivir.
Cuántos desengaños,
por una cabeza.
Yo jugué mil veces,
no vuelvo a insistir.
Pero si un mirar
me hiere al pasar,
sus labios de fuego
otra vez quiero besar.
Basta de carreras,
se acabó la timba.
¡Un final reñido
ya no vuelvo a ver!
Pero si algún pingo
llega a ser fija el domingo,
yo me juego entero.
¡Qué le voy a hacer..!
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